Las elecciones del 17 de junio no confirmaron las predicciones catastróficas. Los ciudadanos decidieron permanecer en la eurozona. Los griegos tienen la oportunidad de rescatar la economía y adecentar la política; reparar el trastorno moral y de valores. Deberían ver hacia Portugal, Irlanda, Latinoamérica y España, que tienen mucho que mostrar.
Los agoreros revelaron el apocalipsis. La Unión Europea hundida en el infierno, condenada al castigo eterno por el pecado original de haber creado una moneda única, sin política económica obligatoria para todos los socios. El fin habría de llegar en las papeletas electorales mayoritariamente favorables a Syriza, que había declarado, como corresponde a la Izquierda Radical, el rechazo a las condiciones de la UE para rescatar a Grecia. Los helenos abandonarían el euro y Europa se hundiría en una catástrofe de incalculables dimensiones.
Los resultados del domingo 17 no confirmaron las predicciones. Los electores decidieron permanecer en la eurozona y se ha conformado un gobierno tripartito liderado por el primer ministro Andonis Samarás del partido Nueva Democracia (centro derecha), acompañado de socialistas e izquierda moderada; mayoría suficiente de 179 escaños (ND 129, Pasok 33 y Dimar 17) en un parlamento unicameral de 300 diputados. Los une la urgencia de sacar el país de la crisis. Samarás, que tiene la excepcional virtud de ser un político honrado en una sociedad carcomida por la corrupción, pidió trabajar duro para darle una esperanza tangible al pueblo griego.
La mayoría parlamentaria y la legitimidad del gobierno representan el paso inicial del duro y complejo regreso a la estabilidad y el crecimiento. Se proponen conseguir liquidez para el tesoro público y pagar sueldos, pensiones y proveedores. También, una prórroga de Bruselas y del FMI que extienda el plazo de los compromisos pendientes del 2014 al 2016.
Los helenos tienen la oportunidad de rescatar la política como un oficio público y legal de administración de los intereses colectivos; con el apoyo de los mercados pueden rescatar la economía, mientras tengan presente que estos exigen garantías, negociables, no eludibles. En este contexto oímos análisis de supuestos simples, casi perogrulladas: si logran avanzar en el programa de reformas, a pesar de los recortes, habrá mejoras en la situación social, el país se estabilizará y entrará en la senda del crecimiento; de lo contrario, la izquierda con huelgas, tumultos y sabotajes va a conseguir en la calle lo que no obtuvo en las urnas. La crisis se prolongará, Grecia será ingobernable.
La crisis es económica y política. Quiebran los bancos, crece el desempleo, encarecen los alimentos, caen gobiernos, emergen y ganan adeptos comunistas y pro nazis. Pero hay más. Un grave trastorno moral y de valores. La poca confianza en las promesas griegas es la mayor debilidad del gobierno. Años de fraudes, engaños y corrupción dificultan las negociaciones. Los griegos están obligados a dejar el discurso de víctimas de Europa y de los organismos financieros. Es el momento de aceptar responsabilidades, comenzando por los líderes de los partidos gobernantes que cargan una cuota considerable de los delitos que ocasionaron el fracaso.
Grecia debe ver a Portugal, seriedad y sacrificios para superar el desastre. Mirar a Irlanda, se estima el crecimiento de la economía este año y el próximo; los irlandeses, no obstante el exigente programa de ajustes, ratificaron en un referéndum el acuerdo de estabilidad presupuestaria de la UE. Estudiar a América Latina y el Caribe, cátedra de mitos de la dependencia y del victimismo, que puede trasmitir discretas lecciones de que la democracia y el bienestar no es un problema de recursos, sino de partidos y elites modernas comprometidas con el desarrollo. Más cerca y determinante, observar a España 2012: mayoría parlamentaria y gobierno con objetivos claros, firmeza en la ejecución de las políticas, resistiendo los ataques de diversos frentes internos y de los analistas de los mercados internacionales.
De los libros.
…los procesos de globalización económica no se desarollaron en un espacio político vacío; también ha habido un cambio en la naturaleza y forma de la organización política. El estado soberano se encuentra ahora en la intersección de una amplia gama de regímenes y organizaciones internacionales que han surgido para gestionar áreas enteras de actividades trasnacionales (comerciales, flujos financieros, gestión de riesgos, etc.) y problemas de política colectiva. El rápido crecimiento de los asuntos transnacionales ha extendido los niveles de gobernanza tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales. Eso ha dado lugar a la transformación de algunos aspectos de toma decisiones políticas basadas en la territorialidad, al desarrollo de organizaciones e instituciones regionales y globales y al surgimiento de legislaciones regionales y globales”
David Held (2012): COSMOPOLITISMO. Ideales y realidades. p. 40. Alianza Editorial. Madrid